martes, 20 de octubre de 2009

Puntualidad

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Peter era un hombre tranquilo.
Cuando llegaba cada día del trabajo a su casa, a las tres en punto (ni un minuto más y ni un minuto menos), sólo esperaba encontrarse a su adorable esposa Grace allí, aguardando su llegada.
Pero una tranquila mañana primaveral, un día en el cual, por una desconocida razón que se escapaba a su compresión, su jefe decidió que debía marcharse pronto a casa.
Cogió, por tanto, otro tren que le llevó hasta su hogar media hora antes.
Estaba sumamente enfadado.
Cuando abrió la puerta de su casa, le sorprendió encontrarla desierta, pero supuso que su mujer había ido a comprar y se dirigió a su habitación con la intención de dormir al menos la media hora que le sobraba.
Oyó un crujido, pero no se sorprendió demasiado, pensando que quizás su mujer, Grace, había pensado hacer lo mismo que él.
Pero no era así.
Su adorable, rubia y preciosa Grace, le engañaba con otro hombre.
Peter sintió que la cabeza le iba a estallar, pero sin despertar a la infiel pareja, cerró la puerta tras de sí en completo silencio y marchó a la cocina, también sigilosamente, mientras se arremangabacon meticuloso cuidado.
Una vez allí, rebuscó en todos los cajones hasta encontrar un enorme cuchillo y lo afiló con saña durante un tiempo, rumiando lo inoportuno de su temprana aparición.
Subió hasta el dormitorio aún pensando en su imperdonable adelanto en su llegada y, sin mediar palabras alguna, atravesó el corazón de su esposa y su amante con una certeza puñalada.
Se quedó allí durante un rato, asegurándose de que ya no respiraban, y bajó de nuevo hasta la cocina, silbando una dulce tonadilla, para limpiar cuidadosamente el cuchillo, que más tarde necesitaría para cocinar.
Después, observando su traje manchado de salpicaduras de sangre, torció los labios en una mueca de disgusto y, poniñendose el mandil de su mujer, salió al jardín y buscó en la cochera su vieja y oxidada hacha.
Volvió silbando aún más fuerte a su cuarto y, dejando el hacha a un lado, arrastró los cuerpos de su mujer y su desdichado amante hasta el suelo.
Recuperó el arma con movimientos ágiles y rítmicos, como si bailara, y la alzó sobre su cabeza, disponiéndose a triturar de forma metódica los cadáveres.
Primero, separó la cabeza del cuerpo, pero no tenía la suficiente fuerza como para hacerlo de un solo hachazo, así que hizo una pequeña carnicería hasta que lo consigió, haciendo que la sangre salpicara las paredes (hecho que le molestó enormemente, pues tan solo hacía una semana desde que las pintó) y el resto de la habitación, incluso su propia cara, pero siguió trabajando.
Los brazos también fueron complicados, sobre todo el hueso, que tuvo que astillar hasta hacerlo casi polvo para poder separar los miembros del cuerpo.
Al cabo de media hora de duro trabajo, comprobó que le resultaba tremendamente fácil y entretenido, y con las piernas ya no tuvo tantos problemas.
Lo más complicado del torso era moverlo para poder cortarlo bien, pero notó como sus brazos se fortalecían con el esfuerzo.
Partió los miembros en trozos más pequeños para que fueran irreconocibles y también los dedos los separó de las manos y los pies, a fin de que fueran más manejables.
Cuand el reloj de su casa tocó las tres cuarenta y cinco, Peter ya había terminado su trabajo, y sonreía, satisfecho.
Contento con su potente tarea, procedió a prepararse para el picnic del barrio, molesto por tener que dejar el suelo tan manchado de sangre.
Cayó entonces en la cuenta de que no tenía nada que llevar al picnic.
Se suponía que Grace había hecho su famoso pastel de carne, pero cuando bajó a la cocina para comprobarlo, se dio cuenta de que ni siquiera había un triste trozo de carne en la despensa.
De repente, tuvo una idea.


El picnic fue un éxito.
Algunos echaron el falta a Grace, pero todos quedaron satisfechos con la simple excusa de que había ido a ver a su madre.
Nadie volvió a preguntar por ella.
Lo más destacable de la jornada: todos alabaron el magnífico pastel de carne de Peter.
Todos coincidían en que tenía algo especial.

Días más tarde, Peter renunció a su anterior trabajo y montó una carnicería.
Nadie sabía porqué tenía Peter tanto éxito, pero tampoco se esforzaron en preguntar...

1 comentario:

  1. En fin, Marta, no te voy a decir que perfecto, porque la perfección es un absoluto que siempre debemos perseguir, pero muy acertado y, como diría yo, curioso. Bien construido y con algún desliz en alguna palabra. Vamos que muy bien, Marta. Enhorabuena.

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